Dentro de las distintas estrategias de inversión en capital privado encontramos la inversión de impacto, que busca invertir en compañías que generen una rentabilidad social y medioambiental, además de financiera.
En esta entrada podrás aprender sobre las diferencias que guarda respecto al resto de estrategias, qué aporta a tu cartera y a la sociedad, y cómo puedes invertir.
La inversión de impacto es una estrategia de inversión que integra un tercer elemento en el famoso binomio rentabilidad/riesgo. Además de perseguir una rentabilidad financiera, invierte en empresas cuyo objetivo no solo es obtener ganancias, sino que también buscan generar una rentabilidad social y medioambiental. Por lo que este tipo de estrategias tienen en cuenta el impacto, la rentabilidad y el riesgo de una inversión.
Las compañías pueden tener objetivos variados, como mejorar la calidad de vida de la sociedad, proteger el medio ambiente, promover la igualdad de género o aumentar el acceso a la educación y la atención médica.
A pesar de que, a diferencia de otro tipo de inversiones, el principal objetivo no es obtener rentabilidad financiera, tampoco se considera filantropía, ya que sí se espera alcanzar cierto retorno, aunque no todo gire en torno a ello.
La inversión de impacto se presenta como una poderosa vía para abordar algunos de los mayores desafíos sociales y ambientales a los que se enfrenta el mundo.
De hecho, según datos de la ONU, para cumplir con los ODS será necesaria una inversión anual entre 5.000 y 7.000 millones de dólares, por lo que el sector privado juega un papel fundamental en la canalización de esta inversión.
Alinear valores morales e inversión. El inversor puede alinear sus valores morales con su estrategia de inversión eligiendo proyectos con los que se siente comprometido. Podrá invertir en empresas que destinan los beneficios de sus ventas, por ejemplo, a construir pozos en zonas con difícil acceso a agua potable, o a la recuperación de zonas deforestadas.
Más información. Estas empresas facilitan más datos sobre la repercusión y el impacto de sus actividades, por lo que el inversor podrá comprobar fácilmente cómo su inversión deja una huella positiva en el planeta y las personas.
Mayor capacidad de adaptación. Por la naturaleza de su actividad, son capaces adaptarse mejor a los cambios regulatorios y legales, que cada vez tienden a proteger más a las compañías que apuestan por la sostenibilidad.
Fuente de diversificación y descorrelación. La inversión de impacto contempla empresas que pertenecen a una gran variedad de sectores (salud, tecnológico, educación…) y que pueden emprender proyectos en cualquier geografía: desde una empresa que construye colegios en zonas con bajas tasas de escolarización, hasta una compañía tecnológica que pretende reducir el desperdicio de agua en California.
Además, aporta descorrelación a las carteras, debido a que, generalmente, este tipo de empresas no siguen las tendencias de las inversiones más tradicionales.
Rentabilidad. Existe la creencia de que invertir con impacto puede comprometer cierta rentabilidad. Sin embargo, varios estudios lo desmienten, demostrando que los fondos de impacto de capital privado pueden igualar a fondos comparables que no tienen este enfoque (tanto tradicionales como alternativos).
A la hora de invertir en este tipo de estrategias, como en toda inversión, nos podemos enfrentar a riesgos. Uno de los más característicos es el riesgo de que la empresa no genere tanto impacto como esperábamos o se lleven a cabo prácticas de greenwashing.
En Crescenta podrás acceder a esta estrategia alcanzando una buena diversificación (tanto por geografías, como sectores o tipos de proyectos, entre otros) y con un grado de exposición óptimo.
También disfrutarás de una gestión profesional. Gracias a los mejores recursos con los que cuentan los gestores (GP), el LP se asegura de que se tomen las mejores decisiones de inversión.
La importancia de acceder a esta gestión profesional crece incluso más en la inversión de impacto. A pesar de que cada vez hay más opciones, es crucial tener la certeza de que se invierte en compañías que verdaderamente tengan un impacto positivo y medible y consigan un equilibrio entre los tres elementos mencionados: rentabilidad, riesgo e impacto.
